7 de Octubre de 2016
Después de tres semanas entrenando a curling en Canadá, Edu de Paz nos cuenta en primera persona cómo ha sido su segunda experiencia en el país norteamericano.
Para comenzar, debo decir que entrenar en Canadá es el sueño de todo jugador de curling y no ha sido menos para mí. Allí es el deporte nacional, tienen más de un millón de licencias y hay un club de curling en cada barrio. Y también un Tim Hortons en cada manzana, que es una mezcla entre un McDonalds y un Starbucks pero que está en todas partes.
Pero irte sólo también es duro. El año pasado nos fuimos cuatro españoles y entrenábamos, salíamos y vivíamos juntos. Este año sólo estábamos mi entrenador y yo. La gente de mi edad ya había empezado la Universidad, y yo me acordaba de que en España aún era verano y allí hacia mucho frio. Para que os hagáis una idea, casi no vi el sol en las tres semanas que estuve allí.
Como os podéis imaginar, llegar hasta allí tampoco fue fácil. Veinticuatro horas de viaje, León – Madrid – París - Montreal – Saint John, y a la vuelta lo mismo pero con una pequeña diferencia: se me estropeó el teléfono unos días antes de volver, por lo que tuve que hacer el viaje sin música, sin poder contactar con nadie, sin internet… El único entretenimiento que tuve fue el último libro de Harry Potter, pero se me acabó en Montreal.
Competir en Otawa fue una gran experiencia. Podías sentir cómo la gente tiene verdadera pasión por el curling y tuvimos la suerte de medirnos contra los mejores equipos junior de la provincia, que ya se estaban disputando los puntos para clasificarse para el Campeonato Provincial. La parte negativa fueron las once horas que tardamos en llegar a Otawa, qué grande es Canadá...
Ser asistente en un campus Junior fue para mí un orgullo. Eso sí, un español enseñando a niños canadienses a jugar al curling resultaba, cuanto menos, un poco raro.
Felipe Marín, nuestro coach, es entrenador por auténtica vocación, le encanta enseñar; analizar cada tiro, estudiar los del otro equipo, cada fallo, enseñar a jugar con tus piedras y con las del rival, cada detalle. Es una gran suerte poder aprender de un profesional como él, que lleva más de veinticuatro años en este mundo.
El día a día es muy diferente a España, allí no viven en las ciudades, viven en zonas residenciales muy alejadas de todo y la gente es totalmente dependiente de los coches. Por la zona donde yo vivía pasaba un autobús a las 9:30 y el primero en el que se podía volver era a las 16:30. Allí el transporte público está pensado únicamente para llevar a la gente a trabajar. Todo eso hacía que las posibilidades de tener algo de distracción después del entrenamiento fueran muy escasas. De vuelta en España valoras las cosas simples de vivir en una ciudad y tener todo al alcance de la mano.
En cuanto a lo personal la experiencia ha sido algo dura porque me he sentido bastante solo, pero aún así, he vivido muchos momentos que nunca se me olvidarán y me alegro de haber tenido esta oportunidad.
En cuanto a los entrenamientos técnicos, el viaje ha sido muy positivo para mi. Me fui porque llega un punto en el que necesitas cosas que en España no hay: más horas de hielo disponibles, hielo dedicado sólo a curling, poder competir con jugadores de alto nivel, etc... Tener cada día un hielo perfecto en el que nadie ha estado patinando o jugando a hockey antes, las piedras en la pista, un técnico que se encarga de prepararlo a cualquier hora. Eso es algo aún inimaginable en nuestro país.
Después de esta gran aventura, me veo mucho mejor preparado para afrontar los retos que vienen, que no son pocos, con el Europeo y el Mundial a la vuelta de la esquina.
Próximamente, Edu seguirá con sus viajes de preparación de cara al Europeo de Glasgow, visitando Suiza los dos próximos fines de semana con su equipo, el Txuri Berri. Después de esto y como última cita antes del Campeonato Continental, viajará hasta Praga con la selección junior.